Nueva sede de Omega
ESPACIO LIMPIO DE POLVO. El edificio, como no podía ser de otra forma, cuenta con potentes máquinas de última generación que permiten preservar las zonas de trabajo del temido polvo. Son espacios tan limpios como silenciosos.

La historia de Omega  ha estado ligada a la localidad suiza de Bienne desde 1882; allí ha escrito capítulos notables no solo de su creatividad sino de la relojería mecánica en general. Reconocida por  su capacidad para innovar y recorrer nuevos territorios, su última proeza se registra en forma de edificio, que permite, como bien expresa Raynald Aeschlimann, presidente de la compañía, “unificar por primera vez  todo el proceso de producción. Lo que significa que ésta aumentará. En segundo lugar, hemos analizado toda la cadena de suministro y cómo podemos mejorarla. Así que, aunque estemos en el mismo edificio, no perdereemos tiempo entre los procedimientos. No olvide que hay hasta 20 pasos en el montaje de un reloj”.

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HORMIGÓN, METAL Y MADERA. Son los tres materiales sobre los que se levanta esta nueva fábrica. para conformar un edificio eficiente y riguroso con el medio ambiente.

El edificio proyectado por sigheru ban es un espectáculo visual y ecológico donde también tiene su espacio el cristal

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EL FACTOR HUMANO. Tan importante como el tecnológico y, hoy por hoy, insustituible. Los relojeros que trabajan en el nuevo espacio de Omega son la ‘materia gris’ de la ingente producción de la compañía.

El resumen de lo que es este nuevo edificio es que es eficiente y eficaz, síntesis de la unión de capital humano y lo último en tecnología. La razón y la emoción bajo un mismo techo; el sentido último de la creación  reunido en un espacio en el que no se han escatimado esfuerzos y recursos, y donde por supuesto se respeta tanto la naturaleza como la esencia de los bosques suizos, con la utilización de la madera,  que aparece combinada con  el hormigón y lo último en tecnología respetuosa con el medio ambiente.

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UNA PROPUESTA ORIGINAL. El edificio creado por el arquitecto japonés Sigheru Ban es una mezcla de tradición y modernindad. Entre sus elementos llamativos está su escalera exterior.

“La arquitectura que hemos creado está muy bien ligada con Suiza. No somos únicamente una industria, sino que somos uno de los líderes de la industria. Somos especiales. Queríamos darle un poco más de emoción. Si ve nuestros relojes por dentro, hemos creado todo para ellos. Para mí, representa lo que queremos en Omega”, aclara Aeschlimann.

En la fábrica trabajan 200 personas, pero la estrella es el espacio central, manejado por robótica de última generación

Lo cierto es que este nuevo edificio que completa la manufactura en Bienne, es un espectáculo visual y ecológico donde el cristal también es protagonista, obra del afamado arquitecto japonés Sigheru Ban –premio Pritzker en 2014–, y del que algunos mencionan como uno de los grandes innovadores de la arquitectura de este siglo. Ban ha creado a lo largo de cinco plantas un espacio tan funcional como cómodo para trabajar. Esa era una de las claves del proyecto; la otra, poder combinar en un mismo espacio todos los procesos  de montaje y los test de idoneidad de los productos, incluídos los ocho puntos que exige METAS.

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La simple visión exterior del edificio ya apunta a un trabajo singular; pero esta sensación crece exponencialmante cuando se descubre cada una de las plantas donde laboran algo más de 200 personas y en especial el espacio central, manejado por robótica de última generación. Omega ha implementado un sistema de almacenamiento totalmente automatizado a lo largo de tres plantas. Un depósito central que contiene más de 30.000 cajas en las que se encuentran todos los componentes necesarios para el montaje completo de cada reloj. Un espacio protegido del fuego en el que el oxígeno se ha reducido a un 15,2% y donde solo acceden dos personas para tareas de mantenimiento y que han sido previamente adiestrados.

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EL DEPÓSITO CENTRAL. Contiene más de 30.000 cajas en las que se encuentran todos los componentes necesarios para el montaje completo de cada reloj.

En el nuevo espacio también han potenciado un ambiente de trabajo que reúna unas condiciones inmejorables

Los  datos técnicos hablan por si solos y lo acercan a la ciencia ficción. Las cajas de componentes se desplazan a una velocidad de 4 metros por segundo y realizan un total de 1.400 operaciones por hora; está estructurado en dos elevadores verticales, cuenta con una longitud de 27,4 metros por 14,2 de alto. Con una ancho de 9,4 metros, tiene un volumen total de 3.660 metros cúbicos.

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Pero en Omega tienen muy claro que todo esto –y otros elementos tecnológicos de última generación–, no serviría de nada si no contaran con una capital humano de primer orden. Conscientes de ello, en el nuevo edificio también han potenciado un ambiente de trabajo que reúna unas condiciones inmejorables.

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CERTIFICADO METAS. Todos los relojes que pasan las pruebas de idoneidad que marca el METAS reciben el certificado de Master Chronometer que acredita, entre otras cosas una resistencia a los campos magnéticos superior a 15.000 gauss.

Desde el control de la temperatura a la ergonomía de cada puesto, todo ha sido estudiado para obtener el máximo rendimiento, algo que combinado con el conocimiento de la casa permite ofrecer el control total sobre el proceso de creación, incluidos los que tienen que ver con la calidad y la técnica. Es lo que ocurre con las pruebas que certifican el Master Chronometer (METAS), y donde se incluyen avances tecnológicos como los potentes imanes que someten a cada reloj a un magnetismo de 15.000 gauss.

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Esta nueva edificación ha sido diseñada además combinando clima y energía en tres distintas etapas. Comienza con un aislamiento superior al requerido por la legislación suiza, lo que redunda en una mayor eficacia de la energía. En la climatización se utilizan sistemas radiantes, pero además el exceso de calor  se emplea para crear aire comprimido o el precalentamiento de agua. La energía empleada es geotermal y se complementa con la aportación de paneles solares. Todo ha sido pensado para lograr un entorno tan eficiente como respetuoso. El resto le corresponde al savoir-faire de sus empleados.

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Hasta alcanzar sus metas

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LA LLEGADA A BIENNE. Cuando Louis-Paul y Cesar Brandt decidieron trasladar la compañía a Bienne lo hicieron con la idea de crear un sistema industrializado de primer nivel donde crear relojes de gran precisión. Omega nunca ha abandonado esta localidad desde entonces.

Aunque en puridad el inicio de la actividad de lo que iba a ser Omega se produjera en la La-Chaux-de-Fonds, en 1848, es a partir de 1880, cuando Louis-Paul y Cesar Brandt, que se habían hecho cargo del negocio, trasladan la sede a Bienne. Todavía la compañía no había recibido su nombre actual, pero ya se impulsaba su espíritu innovador y un sistema de trabajo industrial. Hoy, esa capacidad y filosofia tiene un nombre el de METAS, el sistema de control implementado por Omega, y del que, como dice su presidente, “este años llevamos certificados más de 100.000 relojes. Pero ahora con esta nueva fábrica estamos listos para ir más allá de las 400.000 en dos años. Es lo que ocurrió también con el escape Co-Axial que implantamos en 1999; creceremos. Mi idea es llegar a los 500.000 certificados al año”.

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